Cuando llegó a mi vida la misión de proteger a los animales nunca me imaginé que tendría que “matarlos”. Pensaba que protegerlos era recogerlos de las calles para darlos en adopción a nuevas personas.
Al poco tiempo de estar en esta actividad mi idea de protección cobró nuevos tintes y entendí que está muy alejado de mis manos y de la de mis compañeros rescatar y encontrarles hogar a cada uno, y como todo en la vida, terminé aprendiendo de la manera más difícil.
Como asociación protectora de animales somos objeto de muchas expectativas; la gente cree que es nuestra obligación aceptar, mantener a los animales vivos y encontrarles hogar, y yo me pregunto: ¿creerán que somos magos o todopoderosos?
La sobrepoblación de perros y gatos es aterradora. Si al menos la gente supiera lo que esto significa, podría compartir con nosotros el profundo dolor que provoca “matar” a un inocente que nació sin tener lugar en un corazón, en un hogar, en una conciencia; sólo tiene espacio en la injusticia y en la desolación. El miedo lo mantiene vivo, la soledad lo acompaña, la oscuridad le da hogar, el día le da cobijo, el dolor le da fuerza, la basura lo nutre, una mirada lo alienta y la buena fortuna lo trae a nosotros a bien morir.
La gente ignorante de la problemática que vivimos día a día, usa la palabra “matar” para referirse a lo que verdaderamente hacemos: Ante la imposibilidad de encontrarles hogar a todos, nos vemos en la necesidad de aplicarles la eutanasia a muchos.
Mantenerlos vivos a costa de su sufrimiento no es justo, y no me refiero a sólo al sufrimiento físico, sino al sufrimiento de estar enjaulado, “esperando” por un alma compasiva que ofrezca un destino. Tenerlos guardados en esa espera no es lo mejor, no se trata sólo alimentarlos y darles horas de vida amontonados en jaulas. ¿Cuántas jaulas necesitaríamos? …¡Miles!, porque hay un hecho contundente: Nacen más animales que hogares que los quieran.
La vida dentro de una jaula es una vida miserable. La cuestión práctica de prolongar su existencia debe ser equilibrada con la calidad de vida que tiene el animal. Tenemos que tomar una decisión muy humana respecto al futuro de estos animales: Si no hay quien les dé cariño permanente por el resto de sus vidas la eutanasia es la única opción benévola.
Nosotros no decidimos “matarlos”; su destino lo escriben los irresponsables que los compran y los abandonan, o quienes los dejan reproducirse por ignorancia, por gusto o por negocio, y luego piensan que no son responsables de las crías. Rescatar a un animal de la calle, adquirir una mascota o propiciar su nacimiento implica un lazo moral con ese animal. Cuida que tenga una buena vida para que nadie tenga que darle una buena muerte.
Presidenta de Fundación Luca, A.C.