Soy una rescatista estresada o “Guía básica para reconocer a un rescatista”

Cuando eres rescatista de animales eres fácilmente reconocible: te olvidas de ver los aparadores de las tiendas y vives como en un limbo de la moda, es decir, nunca estàs a la moda o nisiquiera te enteras si lo que vistes es moderno o no, comienzas a optar por la ropa aguantadora y resistente a los abrazos de oso de los perrotes y a los arañazos cariñosos de los gatos, olvídate de las medias de fantasìa y si eres hombre, corre a colgar la corbata en el armario en cuanto llegues a casa. Cuando eres rescatista enamorado de esta labor nunca te faltarà en la cajuela de tu auto un bote de croquetas y otro de agua por si te encuentras un animalito en el camino. Tampoco una manta para cubrir el asiento por si hubiera que subir algún animal herido, y por supuesto, el infaltable antipulgas siempre a la mano.

La casa del rescatista también se identifica: suele ser muy segura… para los animales. Segura porque seguramente tiene reja anti mordidas de perro, seguramente tiene barrotes no muy distanciados para que los canes no saquen la cabeza cuando ladran avisando algo y asì evitar que alguien los pueda agredir; seguramente tienen mosquiteros en cada ventana para que los gatos se puedan asomar pero no salgan a vagar, jardines con areneros ocultos y hasta adornados con plantitas alrededor, macetas con plantas despuntadas por las mordidas de los perritos y juegos de los gatos, sillas con cubiertas para que no se llenen de pelos, y seguro que hay camitas para gato o perro en pasillos o recamaras como parte del mobiliario del hogar. Algo muy dstintivo es que en las banquetas o jardines exteriores el rescatista oculta platos de agua y alimento para el animal que va de paso.

El rescatista promedio planea sus vacaciones en función de si puede llevar a sus animales o si le pueden cuidar a sus animales esos días, cùanto tiempo se los pueden cuidar y si es que no hay algún animal de cuidado especial en ese momento, de ser asì, las vacaciones han de posponerse de forma indefinida. En el caso de lograr irse de vacaciones, con frecuencia regresa con un animal que recogió en el camino, planeando ya nombre, valorando si està en peso para llegar a esterilizarlo mañana mismo, o viendo su mejor àngulo para la foto del perfil en las páginas de adopción.

Las compras son otro capìtulo: seguramente te pasan de largo las ventas nocturnas y las promociones amarillas o azules de los grandes almacenes, pero eso sì, te sabes de memoria los costos de las vacunas de perro, de gato, de puppy, desparasitaciones y esterilizaciones, los teléfonos de tus veterinarios y de una que otra dependencia de gobierno. Y muy seguramente sabes què locales comerciales venden productos pet friendly aunque tengas que atravesar la ciudad, desde calzado sin piel de animales, hasta alimentos orgánicos, limpiadores de piso y maquillaje no probado en animales.

Y te sabes mejor los calendarios de esterilización que los cumpleaños de tus amigos.

Vivir asì es una elección, y se hace con amor y en mi caso muy afortunado, en familia; y hasta aquí es fácil notar que el rescatista tiene una gran resistencia al estrès ya que no vive sujeto de las tendencias de moda, o de las temporadas altas de vacaciones, o de las ventas totalmente palacio, o del mejor color para el interior de tu auto, o de lo estilos aquitectònicos idales para tu hogar. ¡Què libertad!

En el entorno del rescatista también hay personas que aman a su perro tanto que lo dejan salir a pasear sòlo y cruzar la avenida porque es “muy inteligente” hasta el dìa en que un auto seguramente igual de inteligente lo mata y por lo tato acuden al rescatista para buscar otro perro, inteligente por supuesto; hay personas que aunque adoran a su gato de 9 años resulta que ya no lo pueden tener màs y si no lo recoges ellos seguramente deberán tirarlo a la calle; los rescatistas también coexisten con amorosos padres de niños que son envìados a las afueras de los centros comerciales a regalar los perritos o gatitos que tuvo su mascota hace tres días. Hay indviduos que quieren tanto a su mascota que mejor lo van dejar a antirrábico porque creció mucho para su departamento; frases como “nadie me dijo que los perritos puppy de pètalo eran tan grandotes y comìan tanto” o “si yo le tengo una soga bien larga, no sè porquè es tan inquieto” son parte del terrible breviario coleccionable de un rescatista. Seguro que ustedes tienen muchas màs.

Pero lo que REALMENTE estresa la mèdula animalista de cualquiera que aunque no se dedique a esto, ame a los animales, es la ceguera: ver que una perra busca novio porque tiene derecho a ser madre y no se lo pueden quitar, ¿verdad?, o porque es fina, còmo la van a esterilizar, eso se deja para los animalitos de la cale pobrecitos feitos que nadie quiere; còmo le van a quitar las “joyas” al GOLIATH o al ATILA, èl tan machote, como su dueño seguramente… Y ¡los gatos! pero còmo quitarle ese espìrtu de libertad al gato, déjenlo que ande en las azoteas, que preñe a las gatas de los vecinos, total, los gatitos no los tenemos nosotros, o si tienen a la gata, no importa, que en cuanto nazcan los metemos en un balde de agua, o los mandamos tirar en una bolsa, chiquitos, tiernitos todavía para que no sientan tan feo.

Los hogares de los rescatistas son insuficientes, pues siempre dejamos atrás al perro o gato que ya no podemos albergar en ese momento por situaciones particulares; pero los hogares de los rescatistas son también elásticos: caben dos o tres o 14 gatos o perros que encuentran ahí la seguridad que no conocían antes, perros y gatos que no entienden de limitaciones económicas, sòlo del cariño de una caricia y de sentir en su cuerpo algo que no duele; perros y gatos que no entienden de razas y no les molesta ser un “french pul” o un “rodguailer” o algo asì porque no entienden de esa ignorancia bonita que encuentra en ellos un ser vivo, no una etiqueta, pero la gozan, la viven y ¡la agradecen! Los hogares de los rescatistas están llenos de animales, bellos seres vivos con personalidad propia, que dejan una huella imborrable en su paso, largo o corto, en el corazòn del rescatista, màs allà del dìa en que son adoptados.

Las calles de Guadalajara, las jaulas de los antiràbicos, están llenas de animales condenados sin haber cometido ningún crimen, todos esperan la muerte; algunos con eutanasia bien o mal aplicada, algunos entre las llantas de un auto, algunos colgados de los àrboles, algunos quemados, otros violados, muchos otros con la dolorosa sensación del hambre que quema las entrañas llenándole por dentro por días y semanas, muchos enfermos sin atención alguna. Esto llena nuestras calles; es imposible no verlo, y aùn asì, no los vemos… Las calles de Guadalajara están llenas de ciegos.

Y me estresan los ciegos.

Soy una rescatista realmente estresada.

CON AMOR y gratitud para ustedes, rescatistas organizados con calendarios de vacunaciòn por orden alfabètico, para ustedes los ancianitos amorosos que comparten su pensiòn con los gatitos que albergan en casa, para ustedes dedicados webmasters de pàginas de adopciòn que administran con un gato en el escritorio y un perro a sus pies al menos.

Mònica Lepe A.

Red Pro Gato, Grupo Privado GDL.