Del cambio de conciencia hacia los animales

Pertenezco a un grupo de personas que por decisión, sin apoyo económico gubernamental, sin albergue y con trabajo y responsabilidades, rescatamos del maltrato y abandono -que también es vivir en una azotea o en un patio con interacción humana casi nula- animales en nuestra ciudad y municipios aledaños. Este recate implica, así mismo, la recuperación física y emocional del animal, así como su esterilización y su posterior adopción.

El día de ayer, alguien me comentó que había pensado en adoptar, sin embargo no lo había hecho porque en mi grupo era dificilísimo. Le había molestado sobremanera que la persona que cuidaba del animal que ella había elegido le hubiera pedido un montón de requisitos, pero sobre todo, el hecho de que le solicitó la revisión periódica del estado de la mascota en su nuevo hogar. Ello le pareció una intromisión a su intimidad, dijo que no era una “fanática” de la causa, como nosotros.

El comentario me parece comprensible. Si alguien me hubiera dicho esto hace unos años, tal vez también lo hubiera llamado fanatismo. Pero hoy por hoy puedo decir que la burra no era arisca, la hicieron.

Cabe mencionar que no todos los rescatistas ni todos los animales tienen los mismos requisitos. Sin embargo en todos los casos, el rescatista sufre angustia permanente al vivir en contacto con el sufrimiento y maltrato animal. Lo que buscamos, en general, es que ellos no vuelvan a padecer una vida como la que ya vivieron. Lo cierto es que pagan justos por pecadores. Ahora me es muy fácil darme cuenta que por el hecho de que alguien asegure que es un dueño responsable, no significa que sea cierto. Más de alguna vez hemos encontrado a nuestros animales adoptados en el baratillo.

Pero el motivo por el que escribo este artículo es por la incongruencia que encuentro en nosotros los Jaliscienses. A diario recibo comentarios, correos y llamadas telefónicas para denunciar algún maltrato o abandono, y es frecuente escuchar preguntas, reclamos o sugerencias respecto a la falta de un organismo funcional, estructurado y permanente, con mecanismos y herramientas legales de ayuda a estos amigos nuestros. “Como en Estados Unidos, Inglaterra o Canadá”, me dicen.

En estos países y otros primermundistas, las cuotas para la adopción alcanzan hasta los 700 dlls, en otros, los requisitos incluyen varias visitas del adoptante al albergue, visitas de trabajadores sociales al hogar adoptante, la investigación sobre los antecedentes del mismo y, por supuesto, el seguimiento del bienestar animal. También existen procedimientos legales para asegurar la tenencia responsable de animales y por ende mecanismos que penalizan – hasta con 15 años de cárcel- el incumplimiento de las leyes de derechos animales.

Así que lector mío, si queremos ser primermundistas tenemos que tratar de vivir como tales.

¿Cuántas veces ha oído quejas de lo sucio de nuestra ciudad por parte de quienes ni siquiera separan la basura en su hogar?, ¿Cuántas veces ha escuchado quejas sobre la contaminación por parte de quienes no respetan la vegetación y permiten la depredación de nuestro principal pulmón: La primavera?, ¿Cuántas más ha oído quejarse de nuestros gobernantes ineptos por parte de gente que utiliza los estacionamientos de discapacitados, que se estaciona en las paradas del camión, que se lleva la papelería de su trabajo, que utiliza sus palancas para hacer tramites económicos y expeditos?

Queda claro que la adopción animal – y humana – es una opción, nunca una obligación y que está motivada por algo más que tener un miembro adicional en la familia. Quien considere que los requisitos son demasiado para él (ella), puede pasar de usarla. Existen hay otras formas de ayudar: la esterilización de su nueva – o vieja – mascota es una herramienta de amplio espectro. Y hay más.

Sin embargo, no creo que estemos en la posición de criticar a los organismos que por sus propios medios intentan hacer un cambio. Difícil o fácil, caro o barato, tardado o rápido, no se olvide del sentido real de la adopción animal.

Porque sí exigir que una causa social sea fácil, rápida, indolora, gratuita, ajena y sin tener que sacrificar tiempo ni esfuerzo, es ser el Jalisciense que usted quiere ser, estamos jodidos.

Mariajosé Lozano
Ayer colaboradora, hoy fanática de la causa.
Guadalajara, Jalisco, 02 de octubre del 2009

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