La caca de perro no es algo que cuando se pisa nos trae suerte, ni un abono para la tierra, sino una cosa asquerosa y repugnante y un foco de infección donde se refugian parásitos y bacterias. Es, además, una fuente importante de contaminación del aire, el agua y los alimentos, constituyendo un riesgo para la salud del hombre.
De las numerosas enfermedades zooticas, la Toxocariasis es sin duda alguna una de las más importantes, ya que afecta principalmente a niños de 2 a 7 años. Es uno de los parásitos más comunes del perro, que se instala en el intestino delgado y sale con las heces o el vómito. Afecta aproximadamente al 10% de los perros adultos y a un 25% de los cachorros.
Las plazas, los parques y los jardines, esos lugares pensados para el juego y disfrute de los niños y el paseo y esparcimiento de los mayores, hoy invadido por los perros, son un potencial riesgo de contagio. Los huevos de este parásito maduran en el suelo contaminado por las heces, y los niños que juegan en el suelo con tierra y arena, son los más proclives a contraer la enfermedad, ya que tienen como hábito el llevarse todos los objetos a la boca, aunque los niños mayores y los adultos también pueden ser afectados. Los propios perros pueden arrastrar en sus garras restos fecales e introducirlos en sitios donde se preparan alimentos: mercados, centrales de abastos y lonjas de pescado. O simplemente, bastaría con pisar un excremento contaminado y llevarlo en las suelas de los zapatos a estos lugares.
La infección se produce cuando las larvas del parásito se introducen en nuestros órganos. Al ingerir los huevos, y una vez que estos maduran en el intestino, las larvas abandonan los huevos y atraviesan la pared intestinal, diseminándose en la sangre y propagándose por el organismo, especialmente eligen el hígado y el pulmón, aunque pueden afectar a cualquier parte del cuerpo: cerebro, corazón, sistema nervioso central y ojos. La toxocariasis ocular puede llevar hasta la pérdida total de la visión.
Los síntomas que presenta la enfermedad se manifiestan con pitidos en la respiración, erupción cutánea, tos, fiebre, falta de apetito, palidez y aumento del tamaño del hígado y el bazo.
La prevención es la mejor medicina para evitar el contagio. Mucha higiene: Lavarse escrupulosamente las manos, lavar los alimentos e impedir el acceso de los perros a zonas de juego de los niños y a lugares donde exista la posibilidad de contaminar alimentos o agua.
Los Ayuntamientos y las autoridades sanitarias deben hacer un llamamiento a la responsabilidad de los dueños para que mantengan a sus perros en buenas condiciones higienico-sanitarias y obligarles a acudir periódicamente al veterinario, quien puede detectar y eliminar la enfermedad. Asimismo, han de exigir el cumplimiento de las normativas y castigar con sanciones severas a quien no respete los lugares donde no deben defecar.
A veces es inevitable que los perros defequen en la vía pública, pero cuando una persona adquiere un perro como mascota, adquiere también una serie de obligaciones que debe cumplir, y entre ellas está la de recoger las deposiciones del animal.
Autor : José Antonio Mayo Abargues