No todos los perros abandonados están en las calles.
Hay perros maltratados y olvidados que no vemos: los que tienen dueño y están en su propia casa.Es una realidad en todo el país y nuestra ciudad no es la excepción.
Esta es la historia de Ponky el cachorro que llegó como un regalo de Navidad; como un juguete novedoso: todos se pelean por cargarlo, acariciarlo, servirle su agua y comida, sacarlo a pasear y jugar con él.
Después de unas semanas empieza a ser un poco molesto: pipí y popó por todas partes, los niños tienen flojera de pasearlo y prefieren jugar con el nuevo juego de video que les acaban de comprar.
Mamá y papá siempre están muy ocupados, además les regalaron el perrito a sus hijos para que “aprendieran responsabilidades”. Por si fuera poco, el perro se ha vuelto muy mordelón, y hay demasiados pelos en la sala…¿la solución?
¡Sáquenlo al patio! Ahí tendrá espacio “para jugar solo”… Ponky observa a su familia a través de la ventana.
Pasan los días y no entiende por que ahora ya no puede convivir con los niños que antes lo apapachaban tanto.
Ladra y llora porque quiere entrar, se siente solo y se aburre, pero únicamente provoca gritos de ¡Cállate!
Ahora solo vienen una vez al día a ponerle croquetas en el plato, le acarician la cabeza y se van.
Su bebedero está un poquito verde pero todavía tiene agua así que ¡ya lo rellenarán en unos días Mamá se queja de que no recogen las popós ni lavan las pipís y el patio empieza a verse sucio y a oler mal. Papá se queja de los ladridos… ¡No puede descansar!
Esa tarde habrá visitas, y ¡que pena que vean ese desastre!
Además, a Ponky no lo han bañado ni cepillado, huele medio feíto y a la niña de la comadre le dan miedo los perros..
¡Súbanlo a la azotea! ¡Que buena idea!
Así no ensucia el patio, si ladra o llora no lo escucharemos y el perro tendrá mucho más espacio “para jugar solo”….
Han pasado 5 años desde ese día. Ponky está irreconocible: su pelo ha crecido tanto que se le enreda y forma rastas; tiene pulgas y mucha comezón; un día, desesperado, saltó al patio de la vecina y se lastimó una patita que ya no apoya. Para que no vuelva a hacer “esa tontería” ahora lo amarraron; la lámina que le pusieron como techo es muy caliente en el día, en la noche no lo protege del frío y menos de la lluvia y el viento. Ya casi no ladra, se encuentra deprimido y apático. De vez en cuando alguien sube a darle alimento en gran cantidad, para que dure muchos días, por lo que a veces se ensucia, se moja y siempre tiene moscas. El agua, cuando la tiene, está sucia. Nadie se preocupa ya de limpiar sus heces, al fin que nadie las ve. Y aún le quedan por lo menos otros 5 años de vida en esas condiciones. Tal vez no los pasará solo porque hace unos días escuchó el ladrar de una pequeña perrita que al parecer es el nuevo regalo de cumpleaños del niño menor.
Seguramente en unas semanas le hará compañía en la azotea.
Blanca Araiza
Escrito para su publicación en Adoptagdl.